En los días en que el nieto de Luis XIV, Felipe el animoso, luchaba en España por asegurarse el trono que su abuelo le había dispuesto, nacía en Torrelobatón, a cuatro leguas y media de Valladolid, Bernardo de Hoyos. A los 15 años ingresó en la Compañía de Jesús. En mayo de 1733, a la edad de 22años recibió las primeras noticias acerca de la Devoción al Corazón de Jesús. A la mañana siguiente escribe: “el Señor me dijo clara y distintamente que quería por mi medio extender el culto de su Corazón sacrosanto para comunicar a muchos sus dones”. Once días después, o sea, el 14 de mayo, “pidiendo esta fiesta en especial para España, en que ni aún memoria parece que hay en ella, me dijo Jesús: REINARÉ EN ESPAÑA Y CON MÁS VENERACIÓN QUE EN OTRAS PARTES”. Se ordenó sacerdote el 2 de enero de 1735 a los 24 años, y el 29 de noviembre del mismo año moría santamente en el Colegio de San Ignacio de Valladolid.
El Venerable Padre Bernardo de Hoyos, dos meses antes de su muerte, escribía a su director espiritual P. Juan de Loyola, contándole cómo el 29 de septiembre, día de su fiesta, se le apareció el Arcángel San Miguel:
“Nuestro glorioso protector San Miguel, acompañado de innumerable multitud de espíritus angélicos, me certificó de nuevo estar él encargado de la causa del Corazón de Jesús, como de uno de los mayores negocios de la gloria de Dios y utilidad de la Iglesia, que en toda la sucesión de los siglos se han tratado lo que ha que el mundo es mundo. Porque es una alta idea de aquel gran Dios que, habiendo socorrido al género humano por medio de la Encarnación y Pasión de su amado Hijo Jesucristo, quiere se logren sus frutos más copiosamente que hasta aquí por medio del amor al mismo Dios Hombre Cristo-Jesús, el cual se ha de avivar grandemente hasta el fin del mundo, por los maravillosos progresos que ha de ir haciendo sin cesar entre mil oposiciones la devoción al Corazón adorable de nuestro amable Salvador”.
“Este misterio escondido a los siglos, este sacramento manifiesto nuevamente al mundo, este designio formado desde la eternidad en la mente divina a favor de los hombres y descubierto ahora a la Iglesia, es uno de los que, por decirlo así, se llevan las atenciones de un Dios cuidadoso de nuestro bien y de la gloria del Salvador; pero para que ésta sea mayor y la obra salga más primorosa permite el Señor las que parecen oposiciones, y son voces que publican ser este asunto todo de la mano del Muy Alto, que saldrá con la suya (así me explicó), con admiración del mundo, que verá cómo juega su eterna sabiduría con los hombres, conduciendo sus encontrados designios a la mayor gloria de su eterno destino”.
“Por esto, pues, es también éste uno de los principales encargos del Príncipe de la Iglesia San Miguel, según me significó; pero lo trata conforme a los consejos de la Divina Providencia. Todo esto entendí el día de su fiesta de Septiembre”.
Este texto del Venerable Padre Hoyos, cuyo proceso de beatificación se halla muy avanzado, da una idea certera de lo que es y será la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
El hecho de que la causa del Corazón de Jesús haya sido encargada a San Miguel es significativo, pues, “es el gran luchador contra el Dragón, su grito de guerra se convirtió en su nombre propio: Mi-ca-el: ¿Quién como Dios? Es quien reivindica los derechos inalienables de Dios”.
También es significativo que San Miguel, encargado de la devoción al Corazón de Jesús en la tierra sea a su vez el custodio especial del pueblo de Israel. Así consta en la Sagrada Escritura, cuando el ángel tutelar de los persas intentaba retener en el desierto a los israelitas por el bien espiritual que de ello resultaba a Persia, mientras el ángel que velaba por el pueblo judío se oponía a ello: “Nadie -dijo a Daniel- ha venido en mi ayuda, sino Miguel vuestro príncipe”.
Juan Pablo II peregrinaba el 24 de mayo de 1987 al monte Gargano, donde desde hace quince siglos se da culto al Arcángel. Allí le invocó como “Guardián del pueblo elegido… protector y defensor del Reino de Dios sobre la tierra”.
Con mayor claridad se ve esta misión de San Miguel en la profecía de Daniel: cuando dice: “Y en aquel tiempo se levantará Miguel, el gran Príncipe, que está por los hijos de tu pueblo; y será un tiempo de angustia cual nunca se vio desde que existen gentes hasta entonces; mas en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallaren escritos en el libro”.
Es pues San Miguel el encargado de Israel y de la devoción del Sagrado Corazón en la tierra. ¿Sería aventurado esperar que la vuelta del pueblo elegido a su Dios y su entrada en la Iglesia se realice por el Corazón de Jesús?, como dice Zacarías: “En aquel día derramaré sobre el linaje de David y los habitantes de Jerusalén un espíritu de amor y benevolencia, y entonces me dirigirán la mirada a mí, a quien traspasaron y llorarán como se llora por la muerte de un hijo único. Y habrá una fuente abierta en aquellos días para lavar el pecado y la impureza de la casa de David” (Zacarías 1 2.13).
En un Oficio local del Corazón de Jesús se contiene esta oración:
‘’¡Oh Jesús restaurador del universo!, ved aquí que ha llegado aquel desdichado tiempo en que abundó la iniquidad y se enfrió el amor. ¡Ea! Señor, por el culto de tu Corazón, que en estos miserables tiempos te has dignado revelar como remedio de tantos males, instaura y renueva nuestros corazones: haz que vuelvan los dorados siglos de la caridad primitiva; crea una tierra nueva; renuévalo todo, a fin de que con el nuevo incendio de caridad que arde en tu Corazón, la vejez de los crímenes se borre, y ardan nuestros corazones en tu amor”.
María del Divino Corazón
Nació en Munster (Alemania) de los Condes Droste zu Vischering, y murió superiora del Buen Pastor en Oporto (Portugal), año de 1899. Alma extraordinaria, de quien se sirvió el Corazón de Jesús tras muchas apariciones para inducir a León XIII a la consagración del mundo.
En su carta al Soberano Pontífice escribe:
“La víspera de la Inmaculada Concepción N. Señor me dio a conocer que en virtud de este nuevo desenvolvimiento que tendrá el culto de su divino Corazón hará resplandecer una nueva luz sobre el mundo entero; y me penetraron el corazón aquellas palabras de la tercera Misa de Navidad: “Quía hodie descendit lux magna super terram”. Parecióme ver (interiormente) que esta luz, el Corazón de Jesús, este sol adorable, derramaba sus rayos sobre la tierra, primero en un espacio reducido y luego se extendían hasta iluminar el mundo entero, y me dijo: “con el resplandor de esta luz los pueblos y naciones serán iluminados y con su ardor recalentados’”’.
Pío XI
Muy dulcemente sonarán a los oídos deseosos del reino universal del Corazón de Jesús las palabras de este Romano pontífice en su Encíclica “Miserentíssimus Redemptor”, de 8 de mayo de 1928.
“Y mientras esto hacíamos, no solamente poníamos de relieve aquel imperio sumo que Cristo tiene sobre todas las cosas, sobre la sociedad civil y doméstica y sobre cada uno de los hombres, sino que también ya entonces saboreamos de antemano las alegrías de aquel día venturoso, en que todo el orbe, de voluntad y con gusto, se someterá obediente al imperio suavísimo de Cristo Rey”.
Tenemos, pues, afirmado por el Papa el futuro reinado universal del Corazón de Jesús, porque como consta del contexto, el Cristo Rey de esta fiesta no es otro que el divino Corazón.
Al leer las palabras del Pontífice se vienen sin querer a la memoria aquellos pasajes numerosísimos, en que los libros sagrados describen el imperio del Mesías:
“Y dominará de mar a mar; desde el río (Jordán o Éufrates) hasta los confines de la tierra” (Salmo71, 5).
“Y doblarán sus rodillas ante El todos los reyes de la tierra; todas las gentes le servirán” (id.11).
“Y se acordarán y se convertirán al Señor todos los confines de la tierra, y se humillarán ante El todas las familias de las gentes” (Sal.21, 28).
José Javier Echave-Sustaeta del Villar